En el siglo XIII se instaló en Barbastro la orden franciscana.
La primera referencia a la presencia de miembros de la Orden de San Francisco en la ciudad de Barbastro se conoce por el testamento de 1235 del maestre Arnaldo, rector de la iglesia de San Martín, en el que el eclesiástico deja diferentes cantidades a los franciscanos de Zaragoza, Teruel, Daroca, Calatayud, Monzón Barbastro, Huesca y Ejea de los Caballeros, además de a los de Lérida, Tudela y Pamplona.
Sobre la historia constructiva de la primitiva iglesia conventual de San Francisco de Barbastro tan sólo contamos con una referencia ofrecida por fray Ramón de Huesca, que menciona haber consultado el testamento de Oracha Peynana, redactado el 13 de enero de 1291, en el que legaba 30 sueldos para la obra de la ecclesia de los frares menores de Barbastro. Si bien es cierto que este dato ha servido para situar en el tiempo la construcción del primer templo conventual franciscano en la ciudad, la práctica ausencia de otras noticias documentales, arqueológicas o arquitectónicas sobre el mismo nos impide precisar cuál pudo ser su aspecto primigenio.
El rey Pedro IV le concedió en 1367 su real protección, tras la guerra de los Pedros, cuando las tropas francesas al servicio del monarca aragonés entraron en Barbastro en 1366. El convento de Barbastro era uno de los mejores que poseía la orden de los frailes menores de San Francisco en toda la provincia y en él residían unos 30 religiosos.
En los siglos XVI y XVII la iglesia medieval se reformó completamente. En el año 1545 se comienza el abovedamiento de la cabecera y en 1551 el de la nave con bóvedas de crucería estrellada, y termina en el año 1606 con la construcción de dos nuevas bóvedas en los pies. A lo largo del siglo XVII se fueron abriendo diferentes capillas de carácter privado en los muros laterales de la iglesia.
- Plaza de San Antonio
En esta plaza estaba antiguamente el claustro del convento de San Francisco y si nos fijamos podremos ver que sí que se han conservado pequeñas ventanas que corresponderían con los dormitorios de los religiosos.
Aquí también se conservan los restos de los baños árabes descubiertos durante unas obras en 1968 (NO SON VISIBLES YA QUE ESTÁN EN UNA PROPIEDAD PARTICULAR)
La primera documentación que menciona este lugar es cuando Ramón Berenguer IV concedió en 1144 al judío Zecri la propiedad del terreno en el que se alzaban unos baños públicos que se encontraban en ese momento fuera de funcionamiento y cerrados.
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