El Casino, como se conoce popularmente, es una rareza en esta ciudad. Es fruto del ansia de libertad y cambio que tenían los oscenses a finales del siglo XIX. Se fundó como sede del Partido Liberal y se construyó a la última tendencia de la época: el modernismo. Para que el partido se pudiera financiar se incluyeron algunos juegos con apuestas, pero también se dieron cursos de idiomas, bailes, banquetes, conferencias, recitales… Este espejismo de nuevos aires duró poco: de 1904 que se inauguró hasta la dictadura de Primo de Rivera 1923. Luego la guerra le pasó factura, sirvió de hospital militar y perdió parte de su esplendor al ser saqueado.

Se ubica en la Plaza Navarra y continúa siendo el epicentro de la ciudad. En Huesca pasa algo bastante raro, es una pequeña ciudad de provincias con alma de gran ciudad cultural (¿el influjo de la reina Sancha tal vez?). Siempre pasa algo nuevo, siempre tienes algo que ver. Y el Casino es el corazón que oxigena esta ciudad. En él siempre pasan cosas sorprendentes: como que su restaurante sea merecedor de una Estrella Michelin o que te transporte instantáneamente a principios del siglo XX.

Huesca es una ciudad vital. A los oscenses les gusta pasear, entrar, salir, comprar, escuchar, ver y alternar. La zona más clásica para hacerlo son los Cosos -calles que siguen el antiguo trazado de la muralla medieval- y los Porches de Galicia. Allí entre terrazas y veladores podrás disfrutar como lo haría un autóctono de sus tapas, cafés, cervezas y conversaciones.

En este lugar, en las cuatro esquinas, donde convergen el Coso Alto y el Bajo estaba una de las puertas de acceso a la ciudad: la Portaza de Menores. Actualmente del tramo de muralla sólo quedan restos. La ciudad cambió la defensa por la cordialidad. Los muros por comercios y  terrazas.

Huesca fue la capital del reino de Aragón y aquí edificaron sus casas los primeros señores que habían ayudado a los reyes aragoneses a crear y mantener el reino. Una de estas familias fueron los Azlor, Señores de Panzano que acompañaron al rey Pedro I en la conquista de Huesca a los árabes en 1096.

Mucho ha llovido desde entonces, pero la casa original de los señores de Panzano, después Condes de Guara y Duques de Villahermosa, se mantiene en pie. Cuenta con una impresionante techumbre mudéjar del siglo XIII llena de animales fantásticos e iconografía de la época que te fascinará.

Uno de los mayores tesoros que podemos ver en Huesca se encuentra aquí, en San Pedro el Viejo. En su claustro podemos leer en piedra la historia de Jesús desde la Huida a Egipto hasta el descendimiento de la cruz, escenas biblícas o el bestiario medieval.

Su autor, el Maestro de Agüero o de San Juan de la Peña, fue coetáneo de Sancha de Castilla y de Alfonso II de Aragón. Fue uno de los mejores escultores de su época que recaló en Huesca seguramente reclamado por los reyes, grandes defensores de las artes.

Era el punto distinguido que eligieron las familias más pudientes para construir sus casas  hasta el siglo XVII ya que era una de las calles que conducían a la Catedral. En la actualidad puedes ver las casas Ara y Ena. Han desaparecido las casas Olcina, Urriés, Esmir y Ruiz de Castilla.

En Casa Ena nació, en 1888, el gran artista oscense Ramón Acín que legó uno de los símbolos más reconocidos de la ciudad: las pajaritas de papel.

La actual Catedral comenzó a construirse hacia 1273, bajo el reinado de Jaime I.  Y hasta entonces, ¿Huesca no tenía catedral? Siempre la ha tenido, desde su conquista en 1096, cuando readaptaron la mezquita mayor como Catedral y donde posteriormente levantarían la actual

Además del fabuloso Retablo Mayor, un lugar que no puedes perderte es el salón del Tanto Monta porque ha estado cerrado 60 años y ahora, tras su restauración puedes verlo en todo su esplendor.

En el Palacio Real de Huesca, incluido en el Museo de Huesca, tuvo lugar el episodio más sangriento, tremebundo y espantoso de la historia de Aragón: La Campana de Huesca.

Un horror que no sabemos si es real, pero que nunca pudo tener lugar en la sala de la Campana. Lo que nos queda del Palacio Real fue construido por Alfonso II, nieto de Ramiro II, el ejecutor de la Campana.

Esta Huesca que ahora ves: cálida, cercana y simpática… no siempre fue así. La conquista de Huesca fue feroz.  Las tropas aragonesas sitiaron Huesca durante ¡31 meses!. Pero la Wasqa árabe era una ciudad fuertemente amurallada. Las crónicas nos hablan de 99 torreones, seis puertas y más de dos mil metros de muralla. ¡Casi nada!

La muralla fue conservada y reforzada tras la caída de Huesca, pero con el paso del tiempo y al no ser necesaria fue cayendo. Actualmente sólo queda una de sus seis puertas: la Porteta, un trozo de lienzo de muralla en la ronda Montearagón y uno de sus muchos torreones: el de Amparo, vigilando la Iglesia de San Miguel, el antiguo Hospital de leprosos en el medievo, y el río Isuela.

Aunque fue construido en el siglo IX, está muy modificado porque hasta el siglo XVI Huesca conservó sus murallas y claro, hubo que hacer arreglos, mejoras y tiene elementos románicos, góticos… De hecho puedes ver parte de la muralla si entras a algunos bares y comercios de los Cosos. Eran tan buenos muros que construyeron sobre ellos en lugar de tirarlos.